martes, 15 de noviembre de 2011

...

Y llegué a casa, después de toda la tarde pensándolo, dándole vueltas, sin poder sacármela de la cabeza en ningún momento, mi abuela, sobre las 8 de la tarde, yo en el cine y ella en un quirófano, dormida, y yo con unas ganas de llorar terribles...
Más tarde, ya eran las 10, volví a casa, en el tercer piso, solo me quedaban dos tramos de escaleras, y entonces me entró el miedo... ¿y si la he perdido? No lo sé... las piernas me temblaban y los ojos se iban humedeciendo.
Entonces abro la puerta, mi madre, tan coherente como siempre, habla por teléfono, con mi padre...
-Ya pero... está bien... ¿no os dejan pasar?... es normal no te preocupes... tendrá que hacer un tratamiento.
Esa humedad de mis ojos fue a más pero intente ocultarlo.
Mi madre cuelga el teléfono, está en la puerta, va a bajar la basura:
-Mamá, ¿que ha pasado?
+Pues la han abierto y... haber la operación a salido bien pero está más extendido de lo que pensaban...
Mis ojos se empañan... ya no puedo ocultarlo
+Marina, un cáncer es un cáncer...
Y le cojo la basura de las manos, me tiembla el labio, intento aguantar las lágrimas hasta que la puerta se cierra pero casi no lo consigo, las lágrimas empiezan a caer, a caer como nunca antes habían caído, tenía miedo, tengo miedo. Deseaba no encontrarme con nadie, necesitaba estar sola, tiro la basura y vuelvo al portal, necesito un momento, no puedo subir a casa así, llorando... Intento calmarme pensar en positivo, pero es difícil...
Al rato consigo que las lágrimas cesen, subo, y en el tercer piso me detengo, suspiro, cojo fuerzas y entro en casa, soy fuerte, pero esto me ha marcado, me ha marcado mucho, para siempre...
Y ahora mismo puedo decir que las palabras que más me han marcado nunca han sido: "Marina, un cáncer, es un cáncer..."

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